Querido Berto.
¡Cómo me he reído con lo del "compartimiento hidráulico" en el muslo de tu madre! No se lo digas. O sí. Para que sepa con qué tipo de gente te relacionas. Tu madre estuvo muy bien en el programa. Sobre todo cuando dijo "Berto siempre ha sido un poco raro, pero hace unos dos o tres años ha empeorado". Esa matización me arrancó una carcajada. Las madres dan mucho de sí a los humoristas, sus hijos. Saben perdonarnos y ahí es donde nos cebamos, siempre con cariño, y las incorporamos a nuestros espectáculos. De alguna u otra manera, siempre están por ahí. Recuerdo perfectamente a la mía, lamentarse a solas por el pasillo cuando yo volvía del cole y me ponía a ver la tele directamente. Le escuchaba decir: "¡Y no coger ni un libro! ¡Ni que sea coger un solo libro!". Semanas después, decidí seguir viendo la tele con un libro de ciencias en la mano, pero aquello tampoco calmó sus lamentos al techo y la sensación (fundada) de que estaba criando un niño abducido por las imágenes de la pantalla, sin oficio ni beneficio. Por suerte, aquel vicio se convirtió en mi trabajo. Si me hubiera dedicado a mirar como giraba la lavadora, ahora trabajaría para Balay y, seguramente, atendería a la parte mecánica de tu madre. ¡Qué vueltas puede dar la vida!
Por cierto, ahora que hablamos de esta conocida marca de electrodomésticos, te diré que durante años me subyugó su eslógan. Se iba formando el logo circular, como el regaliz, hasta que el extremo completaba varios círculos concéntricos y trazaba una línea hacia arriba. Al final, una voz cavernosa pero cálida decía: "Balay, somos automáticos". ¡Me encantaba! ¡Automáticos! En aquel momento, me parecía lo más moderno y futurista del mundo. De ahí a que los coches volaran, solo quedaba un paso o un salto.
No quisiera despedirme sin comunicarte la última estupidez que he protagonizado: ayer fue el día más caluroso de los últimos cuarenta años en Barcelona. Bueno, pues ayer mismo decidí hacer una barbacoa. Sí, sí. Vamos que al calor insoportable que colgaba del aire, yo sumé un fuego que tuve que controlar y sudar. El infierno debe ser algo así, pero sin pantalones cortos. Por suerte, los chuletones quedaron estupendos, algo que tampoco creo que sirvan en el averno. Por cierto: ¿tú crees en Dios?
¡Cómo me he reído con lo del "compartimiento hidráulico" en el muslo de tu madre! No se lo digas. O sí. Para que sepa con qué tipo de gente te relacionas. Tu madre estuvo muy bien en el programa. Sobre todo cuando dijo "Berto siempre ha sido un poco raro, pero hace unos dos o tres años ha empeorado". Esa matización me arrancó una carcajada. Las madres dan mucho de sí a los humoristas, sus hijos. Saben perdonarnos y ahí es donde nos cebamos, siempre con cariño, y las incorporamos a nuestros espectáculos. De alguna u otra manera, siempre están por ahí. Recuerdo perfectamente a la mía, lamentarse a solas por el pasillo cuando yo volvía del cole y me ponía a ver la tele directamente. Le escuchaba decir: "¡Y no coger ni un libro! ¡Ni que sea coger un solo libro!". Semanas después, decidí seguir viendo la tele con un libro de ciencias en la mano, pero aquello tampoco calmó sus lamentos al techo y la sensación (fundada) de que estaba criando un niño abducido por las imágenes de la pantalla, sin oficio ni beneficio. Por suerte, aquel vicio se convirtió en mi trabajo. Si me hubiera dedicado a mirar como giraba la lavadora, ahora trabajaría para Balay y, seguramente, atendería a la parte mecánica de tu madre. ¡Qué vueltas puede dar la vida!
Por cierto, ahora que hablamos de esta conocida marca de electrodomésticos, te diré que durante años me subyugó su eslógan. Se iba formando el logo circular, como el regaliz, hasta que el extremo completaba varios círculos concéntricos y trazaba una línea hacia arriba. Al final, una voz cavernosa pero cálida decía: "Balay, somos automáticos". ¡Me encantaba! ¡Automáticos! En aquel momento, me parecía lo más moderno y futurista del mundo. De ahí a que los coches volaran, solo quedaba un paso o un salto.
No quisiera despedirme sin comunicarte la última estupidez que he protagonizado: ayer fue el día más caluroso de los últimos cuarenta años en Barcelona. Bueno, pues ayer mismo decidí hacer una barbacoa. Sí, sí. Vamos que al calor insoportable que colgaba del aire, yo sumé un fuego que tuve que controlar y sudar. El infierno debe ser algo así, pero sin pantalones cortos. Por suerte, los chuletones quedaron estupendos, algo que tampoco creo que sirvan en el averno. Por cierto: ¿tú crees en Dios?