Querido Andreu:
Premio. Sabía que te acabarías dando cuenta. También es verdad que habiendo venido a casa a verlo, solo era cuestión de tiempo que acabaras atando cabos y llegaras a la conclusión de que el bebé era mío y no el fruto de un secuestro.
Tocas un punto interesante sobre el tema: "si ese puede, ¿por qué yo no?". Recuerdo cuando nuestro común amigo Rafel esperaba a su primera hija. Yo le preguntaba "¿ya estás preparado?", a lo que él siempre me contestaba: "si cualquier idiota tiene uno, ¿cómo no voy a tenerlo yo, que hasta tengo estudios?". Esa es la clave de la paternidad (y el secreto de la existencia, añado): compararte siempre con gente más idiota que tú. Y también ayuda no pensarlo demasiado.
Lo de la responsabilidad es sin duda, otro punto clave. Más que nada, porque el bebé humano (como recordarás haberle escuchado a Punset) viene al mundo en un estado de alarmante inmadurez (algo que, por otra parte, les hace muy afines a personas como tú y como yo, que nos resistimos a madurar como forma de vida). A lo que voy es que alguien que es incapaz de aguantar su propia cabeza sobre los hombros, sacarse sus propios mocos y expulsar sus propios gases, es sin duda un ser extremadamente dependiente. Característica que, tal como van las cosas, seguramente prolongará hasta pasados los 30 años. Sin embargo, como cualquier otro en mi lugar, me uno al clamor popular: vale la pena y es lo más mejor del mundo. ¿Miedo? La obviedad es el mejor consejero: el miedo es para los cobardes.
Sobre la broma de la nariz. Todos los bebés tienen una nariz preciosa. Todos. Y esto te va a sorprender: yo también la tuve. Fui un niño monísimo con un garbancito en mitad de la cara. Luego el garbanzo se convirtió en una berenjena, pero eso ya es culpa del tiempo, que todo lo cambia. El día que tú tengas un hijo, por el contrario, verás que tiene la cabeza desproporcionadamente grande. También es común a todos los neonatos. Aunque, en tu caso, eso no lo cambió el tiempo, ¿ves qué curioso? No he consultado la legislación de la UE sobre grandes superficies, así que no puedo estar seguro de que tú estés dentro de la legalidad. Y respondiendo a tu penúltima pregunta, duermo, sí, pero como se bebe un buen vino, a tragos cortos y con la sensación de estar un poco borracho.
Cambiando de tema. He descubierto que un familiar mío habla como un fractal. ¿Conoces los fractales? Son esos objetos geométricos cuya forma responde a la repetición de su estructura básica hasta el infinito. Por ejemplo, el brócoli romanesco responde a esta forma. Pues este familiar que te digo, comienza a hablar, toma una rama de su discurso, la desarrolla hasta el infinito, y cuando parece que está a punto de agotarse, engancha una nueva rama, la desarrolla, y así sucesivamente, hasta que vuelve a reencontrarse con el tema inicial y vuelve a empezar el proceso. Curioso, ¿verdad?
Ah, el bebé lo hicimos folland... ay, perdona, que me habías dicho que no contestara a esta pregunta.
Cuidate.
Berto
Premio. Sabía que te acabarías dando cuenta. También es verdad que habiendo venido a casa a verlo, solo era cuestión de tiempo que acabaras atando cabos y llegaras a la conclusión de que el bebé era mío y no el fruto de un secuestro.
Tocas un punto interesante sobre el tema: "si ese puede, ¿por qué yo no?". Recuerdo cuando nuestro común amigo Rafel esperaba a su primera hija. Yo le preguntaba "¿ya estás preparado?", a lo que él siempre me contestaba: "si cualquier idiota tiene uno, ¿cómo no voy a tenerlo yo, que hasta tengo estudios?". Esa es la clave de la paternidad (y el secreto de la existencia, añado): compararte siempre con gente más idiota que tú. Y también ayuda no pensarlo demasiado.
Lo de la responsabilidad es sin duda, otro punto clave. Más que nada, porque el bebé humano (como recordarás haberle escuchado a Punset) viene al mundo en un estado de alarmante inmadurez (algo que, por otra parte, les hace muy afines a personas como tú y como yo, que nos resistimos a madurar como forma de vida). A lo que voy es que alguien que es incapaz de aguantar su propia cabeza sobre los hombros, sacarse sus propios mocos y expulsar sus propios gases, es sin duda un ser extremadamente dependiente. Característica que, tal como van las cosas, seguramente prolongará hasta pasados los 30 años. Sin embargo, como cualquier otro en mi lugar, me uno al clamor popular: vale la pena y es lo más mejor del mundo. ¿Miedo? La obviedad es el mejor consejero: el miedo es para los cobardes.
Sobre la broma de la nariz. Todos los bebés tienen una nariz preciosa. Todos. Y esto te va a sorprender: yo también la tuve. Fui un niño monísimo con un garbancito en mitad de la cara. Luego el garbanzo se convirtió en una berenjena, pero eso ya es culpa del tiempo, que todo lo cambia. El día que tú tengas un hijo, por el contrario, verás que tiene la cabeza desproporcionadamente grande. También es común a todos los neonatos. Aunque, en tu caso, eso no lo cambió el tiempo, ¿ves qué curioso? No he consultado la legislación de la UE sobre grandes superficies, así que no puedo estar seguro de que tú estés dentro de la legalidad. Y respondiendo a tu penúltima pregunta, duermo, sí, pero como se bebe un buen vino, a tragos cortos y con la sensación de estar un poco borracho.
Cambiando de tema. He descubierto que un familiar mío habla como un fractal. ¿Conoces los fractales? Son esos objetos geométricos cuya forma responde a la repetición de su estructura básica hasta el infinito. Por ejemplo, el brócoli romanesco responde a esta forma. Pues este familiar que te digo, comienza a hablar, toma una rama de su discurso, la desarrolla hasta el infinito, y cuando parece que está a punto de agotarse, engancha una nueva rama, la desarrolla, y así sucesivamente, hasta que vuelve a reencontrarse con el tema inicial y vuelve a empezar el proceso. Curioso, ¿verdad?
Ah, el bebé lo hicimos folland... ay, perdona, que me habías dicho que no contestara a esta pregunta.
Cuidate.
Berto