Amigo Andreu:
He tardado mucho en contestarte, y lamento decirte que la culpa es tuya. Ha sido por la siguiente frase, que incluiste en tu anterior carta: "Odio a la gente que está esperando que acabes para seguir con lo suyo". Lógicamente, me ha parecido de buena educación no contestar enseguida y tomarme mi tiempo para reflexionar sobre todo lo que me contabas. No quería que me odiaras. Así que después de meditarlo convenientemente voy a darte mi opinión sobre tu soflama en pos de una mayor comunicación entre las personas. Y mi respuesta es: estoy de acuerdo.
Lo que me lleva a la siguiente reflexión: ¿Has visto qué basura de respuesta te he dado? Estoy en las antípodas de lo que retratas en tu carta. No sólo no estoy deseando que mi interlocutor acabe para dar mi réplica, sino que escucho con atención y cuando ha acabado frecuentemente estoy de acuerdo. O no. Pero ya está. A veces sé por qué no, pero en muchas ocasiones no tengo ni idea. Me faltan datos. Siempre me faltan datos. Hay demasiados datos. Fíjate tú que con los años me he vuelto un buen escuchador pero un mediocre conversador.
Esto me ocurre a menudo. Mis respuestas son cada vez más cortas. Cuanto más mayor me hago menos sé de más cosas. Recuerdo que siendo adolescente opinaba extensamente sobre todo. También creo recordar que mis opiniones eran en general gilipolleces, pero bueno, ya me entiendes. Es absurdo, ¿no? Debería funcionar al revés.
Y esto me lleva a pensar en los tertulianos profesionales. Esas personas a las que llevan a los programas de televisión y radio para que den su punto de vista sobre los temas de actualidad. Siempre saben qué decir sobre todo, en todo momento tienen claro cómo posicionarse. Maldita sea. Nos engañan. Estoy seguro. No puede ser. ¡Anda, irse por ahí! ¡Qué rabia! Que se lo van inventando sobre la marcha. Usan algún tipo de método para parecer que saben de cualquier tema, me juego lo que quieras. Intuyo que es la vehemencia. Si dices algo con la suficiente vehemencia parece cierto, aunque te lo inventes. "Cursos de vehemencia para tertulianos. Con la primera entrega un espray anti-carraspera". ¿Sabes qué? Voy a dejar de hablar de este asunto. Que me he enfadado un poco.
Por cierto, llueve a cántaros en Barcelona, otro día más. La semana se ha cerrado sobre sí misma, mientras continúa el chorreo de noticias terroríficas sobre el terremoto, tsunami, volcán, etcétera de Japón. Tengo mal cuerpo desde el viernes pasado. Ya sé que tengo mal cuerpo desde que nací, tú ya me entiendes. Guardo muy buen recuerdo de ese país. Al final, los países son las personas con las que te encuentras en ellos, y en 2009 pasé 3 semanas muy felices en Japón. Me sorprendieron los japoneses que conocí, pensaba que serían más secos y distantes pero fueron todos ellos muy agradables y educados conmigo. Tienen algo que echo mucho de menos aquí: serenidad. Sólo hay que escuchar las noticias para darse cuenta de que aquí escasea. Me da un poco de vergüenza notar tan claro como los periodistas se excitan (e incluso diría que sufren erecciones y micro-orgasmos) con noticias como estas. Que lo puedo entender, pero en seguida se lubrican y resbalan hacia el amarillismo.
Mira, he dado una opinión de forma vehemente. Calla, que voy a ser un poco tertuliano al final.
Siempre tuyo en régimen de usufructo.
Berto
He tardado mucho en contestarte, y lamento decirte que la culpa es tuya. Ha sido por la siguiente frase, que incluiste en tu anterior carta: "Odio a la gente que está esperando que acabes para seguir con lo suyo". Lógicamente, me ha parecido de buena educación no contestar enseguida y tomarme mi tiempo para reflexionar sobre todo lo que me contabas. No quería que me odiaras. Así que después de meditarlo convenientemente voy a darte mi opinión sobre tu soflama en pos de una mayor comunicación entre las personas. Y mi respuesta es: estoy de acuerdo.
Lo que me lleva a la siguiente reflexión: ¿Has visto qué basura de respuesta te he dado? Estoy en las antípodas de lo que retratas en tu carta. No sólo no estoy deseando que mi interlocutor acabe para dar mi réplica, sino que escucho con atención y cuando ha acabado frecuentemente estoy de acuerdo. O no. Pero ya está. A veces sé por qué no, pero en muchas ocasiones no tengo ni idea. Me faltan datos. Siempre me faltan datos. Hay demasiados datos. Fíjate tú que con los años me he vuelto un buen escuchador pero un mediocre conversador.
Esto me ocurre a menudo. Mis respuestas son cada vez más cortas. Cuanto más mayor me hago menos sé de más cosas. Recuerdo que siendo adolescente opinaba extensamente sobre todo. También creo recordar que mis opiniones eran en general gilipolleces, pero bueno, ya me entiendes. Es absurdo, ¿no? Debería funcionar al revés.
Y esto me lleva a pensar en los tertulianos profesionales. Esas personas a las que llevan a los programas de televisión y radio para que den su punto de vista sobre los temas de actualidad. Siempre saben qué decir sobre todo, en todo momento tienen claro cómo posicionarse. Maldita sea. Nos engañan. Estoy seguro. No puede ser. ¡Anda, irse por ahí! ¡Qué rabia! Que se lo van inventando sobre la marcha. Usan algún tipo de método para parecer que saben de cualquier tema, me juego lo que quieras. Intuyo que es la vehemencia. Si dices algo con la suficiente vehemencia parece cierto, aunque te lo inventes. "Cursos de vehemencia para tertulianos. Con la primera entrega un espray anti-carraspera". ¿Sabes qué? Voy a dejar de hablar de este asunto. Que me he enfadado un poco.
Por cierto, llueve a cántaros en Barcelona, otro día más. La semana se ha cerrado sobre sí misma, mientras continúa el chorreo de noticias terroríficas sobre el terremoto, tsunami, volcán, etcétera de Japón. Tengo mal cuerpo desde el viernes pasado. Ya sé que tengo mal cuerpo desde que nací, tú ya me entiendes. Guardo muy buen recuerdo de ese país. Al final, los países son las personas con las que te encuentras en ellos, y en 2009 pasé 3 semanas muy felices en Japón. Me sorprendieron los japoneses que conocí, pensaba que serían más secos y distantes pero fueron todos ellos muy agradables y educados conmigo. Tienen algo que echo mucho de menos aquí: serenidad. Sólo hay que escuchar las noticias para darse cuenta de que aquí escasea. Me da un poco de vergüenza notar tan claro como los periodistas se excitan (e incluso diría que sufren erecciones y micro-orgasmos) con noticias como estas. Que lo puedo entender, pero en seguida se lubrican y resbalan hacia el amarillismo.
Mira, he dado una opinión de forma vehemente. Calla, que voy a ser un poco tertuliano al final.
Siempre tuyo en régimen de usufructo.
Berto